domingo, 17 de junio de 2012

Las aguas del Nilo


Caminaba la imaginación por los tejados. Caminaba para salir de las cabezas saturadas de los transeúntes. A su lado los pájaros volaban de un lado a otro.

La imaginación caminaba por los tejados como si caminase sobre las aguas del río Nilo. Y ahí fue a parar ella, al mismísimo Egipto, antaño tierra de faraones.
El sol resplandecía y casi le quemaba los ojos, pero no los cerró, los mantuvo abiertos para seguir deleitándose con la visión de aquellas tierras.
Todo era tan distinto…

Pero una teja se desprendió del tejado y la imaginación resbaló, cayendo al suelo. Cayeron el sol, el desierto, el río egipcio… Todo se desvaneció en un segundo.
La imaginación recordó dónde estaba.

Pero se había sentido tan poderosa… Al igual que Bécquer había dicho un día, había sacado de la nada un mundo. ¡Había volado hasta un lugar muy lejano! Ella y sólo ella tenía esa capacidad, no así las mentes de todos aquellos que cada día paseaban por las calles de la ciudad, siempre tan concentrados en sus tareas diarias, siempre viviendo a un ritmo frenético.
No, ella sabía que no quería estar con cualquiera. Ella sabía que sólo unas pocas mentes eran capaces de tener en su interior una imaginación tan poderosa que podrían crear un mundo a partir del vacío y así escapar de la rutina, del sistema.
  
Mientras la imaginación seguirá volando por paraísos perdidos, hasta que encuentre a aquellos capaces de albergarla en su interior.

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