La tentación no tenía forma de manzana ni de caja, como la de Pandora. La tentación tenía los ojos verdes, la
lengua perversa e hipnotizante, y las palabras, cargadas de bellos sueños y fantasías,
listas para convertirse en picas de lanza.
La tentación era dulce y
encantadora cuando hablaba. Era hiriente e insensible cuando sus actos rozaban
la piel. La tentación tenía los ojos verdes.
La tentación acercaba su mano amiga
(decía) y, al coger otra mano, se dirigía directa al pozo donde las ilusiones se
ahogan. La tentación tenía los ojos verdes.
La tentación tenía los ojos verdes
y, en ellos, las puertas del infierno.
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