Sostenía una tela, la tela que
contenía todos los sentimientos y las emociones que hacen al ser humano pleno,
que lo llenan por dentro y lo hacen feliz. Era la tela de la confianza, de la
ilusión, de la amistad, del amor, de la alegría, de los sueños cumplidos.
Sostenía una tela. Parecía fuerte
como el hierro. Parecía irrompible. Y olvidó que el material del que se compone
no es así; vivía en un espejismo, bajo el engaño del que cree que puede caminar
sobre el agua o danzar sobre el aire.
Y así, bajo la sombra de aquella
confusión, la tela soportó el peso de la mentira y fue cortada por el filo de
la traición.
Se rompió. Se rompió para no
recomponerse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario